eldiario.es, 23/3/17

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«Hemos dejado de leer buena literatura y entonces tenemos miedo»

El novelista italiano presenta en España Estirpe, primer volumen de su trilogía sobre los Chironi en el convulso arranque del siglo XX, de paralelismos con la actualidad

«No comprendemos que esos refugiados somos nosotros. Ellos tienen que escapar y nosotros estamos atrapados en una prisión», dice Fois, que convierte a un refugiado en la esperanza de los Chironi

«La gran aportación española a la humanidad es El Quijote que enseña que basta uno para cambiar la historia del universo porque él cree haberla cambiado»

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Marcello Fois, en la Fundacion Tres Culturas FUNDACIÓN TRES CULTURAS

El escritor italiano Marcello Fois (Nuoro, 1960) presenta en España -con encuentros con lectores en La Central (Madrid) o la Fundación Tres Culturas (Sevilla)- su exitosa novela Estirpe ( editorial Hoja de Lata). Libro sobre una saga familiar, la de los Chironi, que inicia otra saga, literaria, la de la trilogía que inauguró en 2009 y completan Nel tempo di mezzo (2012) y Luce perfetta(2015) que irán siendo publicados aquí como ya lo han sido en los vecinos Francia e Inglaterra. 

Fois, autor de Picta (1992), Siempre Caro (1998), Dura madre (2001) y Memoria del vacío, única traducida en España (Hoja de Lata, 2014), ha logrado crear, en 295 páginas, lo que Vargas Llosa llama «una novela total». Un mundo completo y nuevo, el engendrado por los huérfanos Michele Angelo y Mercede, Adán y Eva que, desde 1889 a 1943 pasan, como en la Divina comedia de Dante, por paraíso, infierno y purgatorio. Una novela vibrante, sobre una familia de herreros que, en la fragua, aprenden cómo la vida, golpe a golpe, moldea la naturaleza humana. Y, ni con esa enseñanza, evitan que la historia los arrase en esa fatídica primera mitad del s.XX europeo, con tantos paralelismos con este el momento.

¿Por qué arranca la familia con Michele Angelo y Mercede, huérfanos, que toman el apellido Chironi, del supervisor del orfanato? 

Me gustaba plantear que una familia comienza por azares insospechados, en este caso el encuentro de dos parias. Y que uno de sus hijos, Luigi Ippolito, inventara una genealogía desde un supuesto caballero español llegado a Cerdeña y esa fantasía se convirtiera en la historia familiar. Eso tiene, para mí, un sentido político: el de que la identidad es menos simple de lo que se dice, es la que tú eliges y no la que viene dada.

¿Es la identidad, entonces, la semilla de esta trilogía?

En realidad, Estirpe es un experimento. Nace por mi deseo de probar si yo era capaz de crear un clásico. ¿El tema? La cara y cruz de una vida, la de Michele Angelo. Afortunado, pues viniendo de la nada es adoptado por un herrero y con su esfuerzo triunfa como emprendedor. Pero también desgraciado, porque fracasa en crear la estirpe a la que dejar su legado. La maldición de los Quironi es no lograr multiplicarse.

¿Se mantiene esa maldición lo largo de toda la trilogía? 

La obra está concebida como una. De hecho, en mayo saldrá en Italia en un solo volumen. Fue consejo del editor italiano publicarla por pasos porque es demasiado ambiciosa. Cada libro ha requerido dos o tres años de trabajo.

El negocio familiar, una fragua, permite a los Chironi conquistar el éxito económico y social y también se convierte en escuela de la vida. 

Sí, uno de los momentos álgidos del libro, para mí, es cuando Michele Angelo trabaja en la fragua con su hijo, Gavino, y le enseña a moldear el hierro como algo idéntico a aprender a vivir. Hay que entender la naturaleza del hierro, como la del mundo para no sucumbir. En vez de empeñarse en obligar al hierro a plegarse, hay que aguzar los sentidos, observar y escuchar, hasta dar con el momento justo en que la temperatura hará el golpe efectivo. Escribiendo tuve siempre en mente La fragua de Vulcano, de Velázquez.

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Presentación a lectores de la novela Estirpe FUNDACIÓN TRES CULTURAS / SEVILLA

Los Chironi sufren la envidia. Michele Angelo se dice “ La felicidad no agrada a quien no la tiene. Está uno obligado a pasar inadvertido” y el falso ancestro, don Juan de Quirón, es hombre de principios que lo paga con el destierro. ¿Qué busca ese retrato social?

Aquí entra en juego el deber de la literatura. La literatura que aspira a ser grande alumbra aspectos que a los individuos se nos escapan. Yo mismo, como autor, hallo en mi novela ideas que ni sabía que tenía, a través de los personajes que se me rebelan.

Lo poético es clave en la novela con imágenes como la fragua o esa concha, que Mercede, madre del clan, descubrió de niña en la casa en que servía: 

«Las familias de buena posición necesitaban rodearse de cosas inútiles… En una mesilla, sobre un tapete, había una concha, un objeto misterioso. Mercede la vio nada más entrar en aquella casa pero no supo cómo se llamaba hasta pasado un tiempo. Concha. Se llamaba concha. Gorda, grande, parecía blanda y sin embargo era muy dura, parecía de carne y sin embargo era de piedra».

¿La literatura tiene más de concha o de yunque y martillo en la fragua?

Depende de los autores. Los grandes consiguen poner en pie una fragua y los que no producen conchas. La gran literatura llega a lectores de todos los estratos y formaciones. Como Don Quijote, la gran aportación española, no a la historia de la literatura sino de la humanidad. Porque, en mi opinión, lo que éste nos lega es la enseñanza de que una cosa es el mundo y otra la idea del mundo. De que la relación entre ambas realidades es literatura. Y de que, por tanto, basta uno para cambiar la historia del universo porque él cree haberla cambiado. Porque él tiene su universo. Lo es.

Otros pueblos hemos hecho otras aportaciones. Pero esta de los españoles es inestimable. No hay nada igual.

Estirpe aborda la primera mitad del s.XX con las dos guerras mundiales, como Tú no eres como otras madres, de Angelika Schrobsdorff, ( Errata Naturae y Periférica) ¿Hay un paralelismo entre esa etapa y la actual como sugieren pasajes del documental italiano, Fuoccoamare (Oso de oro, Berlín 2016)?

Sí. Esta etapa de siglo XXI tiene mucho en común con la primera mitad del XX de mis personajes. Hoy vivimos una guerra global aun sin querer verlo, creyéndonos en paz. Son tiempos de crisis de identidad, ¿qué es ser italiano?, ¿español?, ¿europeo?, ¿cómo actuar? Estos dilemas son un filón para el escritor, porque sitúan a los personajes en una coyuntura donde no hay lugar para lo superficial, donde aflora lo esencial. Por eso escribió Tolstoy Guerra y paz  y logró una novela extraordinaria. Y por eso mis personajes viven las guerras mundiales. 

Omran Daqneesh, niño sirio de cinco años tras resultar herido en un ataque del régimen en Alepo. | Alepo Media Center

Omran Daqneesh, niño sirio de cinco años tras resultar herido en un ataque del régimen en Alepo. | Alepo Media Center

¿Le sorprenden semejanzas como la escena de Luigi Ippolito al frente del batallón que dispara a niños ladrones de pan, tiznados de harina y las fotos de niños sirios como Omran?

Lo que me demuestra esa semejanza entre mi ficción y la realidad actual es que la  literatura, cuando se escribe con rigor y autenticidad, llega misteriosamente a donde tiene que llegar. Porque yo no podía prever, cuando escribía Estirpe que en verano de 2016 vería esa fotografía. Pero el escritor, cuando hace bien su trabajo, logra a prever.

Estirpe acaba con la llegada de «un refugiado» hasta Michele Angelo, como los que hoy surcan el Mediterráneo. ¿Cómo se está viviendo el éxodo en islas como Cerdeña?

En Cerdeña de forma diferente a Lampedusa porque estamos tan lejos que no llegan en tal cantidad. Pero la situación es de miedo difuso. 

¿A los refugiados? 

A lo que se desconoce. Somos desmemoriados y por eso tenemos miedo. Hemos dejado de leer la buena literatura y entonces tenemos miedo. Vemos pésima TV y entonces tenemos miedo. Somos gobernados por horrendos políticos y entonces tenemos miedo. Y somos padres que no podemos garantizar una vida mejor a nuestros hijos y entonces tenemos miedo. No llegamos a comprender que esos refugiados somos nosotros. Ellos tienen que escapar y nosotros, en realidad, estamos atrapados en una prisión. 

En Estirpe el refugiado encarna la esperanza.

La estirpe continua porque el prófugo, el refugiado, Vincenzo, lo hace posible. Esa es la cuestión. 

Guerras aparte, hay un alto nivel de crimen en el libro. Los pasajes violentos son de los más atractivos. ¿Le genera algún escrúpulo? 

En absoluto. La violencia del libro es realista, conforme a esos tiempos en que las mujeres parían muchos hijos y perdían muchos. La muerte era cotidiana y no se vivía como el drama de hoy. Pienso que la cuenca mediterránea, españoles, italianos, griegos, marroquíes, tunecinos compartimos una gramática social que incluye la envidia social, el mito de la traición, la venganza como sistema, el machismo… Toda una violencia potentísima que en la literatura y el arte es muy atractiva. Que hace que un Bodas de sangre lorquiano se sienta como propio puesto en escena en Cerdeña. Y, además, la literatura, en tanto que en el texto consuma la violencia, la desactiva de facto. 

El padre adoptivo de Michele Angelo Chironi, Giuseppe Mundula, le dice: «Quien no ha hecho nada, no es nada. Si pasamos por este mundo sin dejar huella, moriremos doblemente» ¿es su razón de ser escritor?

Toda mi concepción de la literatura está resumida en esa frase. Probablemente, con frecuencia los hijos y los libros se engendren por razón idéntica: para no morir. Si un día mis bisnietos pueden leer mis libros eso significará que sigo vivo. 

by HojadeLata