Canino magazine, 28/12/16

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[Resumen 2016] Lo mejor de 2016: los libros

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[Esta semana tocan resúmenes. Obvio: los resúmenes de 2016. De cara a 2017, toca reflexionar acerca de los mejores (y peores) acontecimientos culturales del año que se va. Aquí los tenemos: libros, películas, canciones, series, videojuegos, comics, fiascos… ¿preparados para una semana de recuerdos? Recordad que nuestros resúmenes anuales son simplemente un pequeño sondeo entre algunos colaboradores de CANINO, no pretenden ser un resumen exhaustivo sino una pequeña orientación acerca de algunos lanzamientos del año]

Que en CANINO devoramos libros a una velocidad desproporcionada es algo que saben bien todos nuestros lectores. Pero… ¿y si tenemos que quedarnos solo con un volumen de lo mucho que hemos leído este año? Y que se haya editado en nuestro país en 2016. La cosa se complica, pero no tanto como para no poder entrelazar una serie de recomendaciones y recuerdos acerca de lo que han sido nuestras lecturas de los últimos 365 días.

La Casa de Arenas Movedizas (Carlton Mellick III)

Portada de 'La casa de arenas movedizas' de Carlton Mellick III

La figura de Carlton Mellick III ha ido adquiriendo proporciones gigantescas, tanto como sus patillas, en la imaginación de los (pocos, todo hay que decirlo) que seguimos con cierto interés la escena literaria que se conoce como Bizarro. Mellick formaba parte, a principios de los dosmiles, del colectivo Eraserhead, un grupo de autores excéntricos oriundos de Portland que serviría de semilla para la eclosión a nivel mundial del Bizarro, pero con eso es sólo el principio de su mitología. Se sabe que Mellick no dedica más que unas pocas semanas, a veces días, a escribir sus novelas, que antes de hacerse escritor a tiempo completo tenía una distribuidora underground de películas de zombis, que dirige un campamento de verano para aspirantes a escritores bizarros y que es el mejor posicionado dentro de la escena para dar el salto a las grandes ligas (una de sus novelas de este año, Clownfellas, fue publicada nada menos que por la división fantástica de Random House en Estados Unidos)… eso sí, su querencia por lo grotesco y aberrante no aleja al público prudente de sus inmediaciones.

Con estos antecedentes, está claro que la publicación de una novela de Mellick en castellano debería ser considerada motivo de celebración y hasta signo de normalización del mercado literario patrio (en Italia, por ejemplo, Mellick goza de cierto culto y sus traducciones se cuentan por docenas), pero es que además, la novela elegida es una excelente carta de presentación que habla muy bien del buen gusto de la editorial Orciny, responsable de esta aventura. La Casa de Arenas Movedizas se cuenta entre las novelas “serias” dentro de la producción mellickiana (y que conste que esto no lo digo yo, lo dice él), lo que quiere decir que no está protagonizada por ninjas obesos ni es un ejercicio de provocación punk por el mero gusto de epatar al lector burgués, sino una exploración de temas e influencias que obsesionan al autor. El argumento es engañosamente sencillo: dos niños abandonan la relativa seguridad de la guardería mecanizada en la que han vivido desde que tienen memoria y  emprenden un viaje para encontrar a sus padres, a los que ni siquiera conocen. Lo bizarro empieza porque la casa en la que todos ellos habitan parece ser, literalmente, grande como un mundo, oscura como la boca del lobo y poblada por unos seres presumiblemente malignos que portan astas de ciervo en las frentes. Hablando de astas, uno de sus principales problemas es que Polly, la mayor de los dos está alcanzando la pubertad, ya sabéis, esa edad en la que a las chicas les empiezan a salir los cuernos y a veces no son capaces de controlar sus impulsos violentos.

La Casa de Arenas Movedizas es una fábula contemporánea sobre el paso de la infancia a la edad adulta y sobre los temores de nuestra generación en torno a la reproducción humana. Por sus páginas, y por los pasillos de la casa de marras, se pasean los fantasmas de Stephen KingLewis CarrollHans Christian AndersenKurt Vonnegut Adolfo Bioy Casares, o, al menos, esos son los que yo puedo distinguir; está muy oscuro ahí dentro. Félix García

Autobiografía (Steven Patrick Morrisey)

Portada de 'Autobiografía' de Morrisey

Hay pocas, muy pocas, memorias interesantes en el rock. Necesitan, casi siempre, de un negro que actúe como mediador de los sesos fritos por los excesos del músico en cuestión. De hecho escritores mediocrones, estilo Cameron Crowe, han hecho su particular agosto y prestigio con esa forma de escritura.

Ahora bien: muy de vez en cuando se dan casos de músico intelectual, que puede medirse ante una hoja en blanco, y ahí tienen nombres como Lennon y sus excelentes novelas absurdas, Dylan y sus muy cínicas memorias y esta oda a la ambigüedad del siempre esquivo Morrissey. Gran ídolo del marica sofisticado, aquel que sabe que la estética es ética, su fantasma recorre tres décadas del pop inglés con juicios sumarísimos y filosofía en el tocador. ¿Hay algo detrás del tupé y la barba de dos días per-fec-ta-men-te estudiada?

Claro: opiniones políticas, vindicación del calzado masculino, desinterés sexual (¡en los tiempos donde un cuentapolvos es ídolo de masas!) y odio muy wildeiano a la fealdad. Así, tiene el buen gusto de rechazar cameos en Friends, reírse de las fantasmadas de David Bowie y declarar, de nuevo entre la boutade de Dorian Gray y lo más tronado de Slavoj Zizek, esta absoluta genialidad: “Toda actividad humana carece de interés cuando se enfrenta a chicos y chicas cantando pop en la televisión, los cuales han encontrado la respuesta mientras nosotros todavía buscamos la pregunta”.

Condenado al espejo, su aparente desinterés no es otra cosa que sabiduría certera del mundo de apariencias en el cual habitamos. En estos tiempos, en fin, donde todos están obligados a tener opiniones claras, la ambigüedad es un bálsamo necesario. ¿Entienden? Julio Tovar

La mirada perversa (Edogawa Rampo)

Portada de 'Rampo - La mirada perversa'

Nunca es tarde para descubrir a Rampo. De hecho, nunca es tarde para descubrir a ningún autor nipón que se precie: la sensación de leer algo que no se parece a nada no tiene exclusividad. Me pasó lo mismo cuando leí Elogio de la sombrade Jun’ichirō Tanizaki o Soy un gato de Natsume Soseki y esperen a que le hinque el diente a El grito silencioso de Kenzaburō Ōe.

La revelación con Rampo llegó de la mano de un recopilatorio de relatos que haría las delicias de cualquier amante del fantástico perverso. Una colección particular sobre la cara oculta, morbosa y fascinante del ser humano que queda retratada en toda su maldad inevitable en relatos como La orugaPulgarcito baila -uno de mis favoritos- o Un amor inhumano. En España Satori Ediciones lo publicó en septiembre, y en el haber de esta editorial también cuenta con la divertidísima novela El extraño caso de la isla Panorama que seguramente, es la mejor manera de iniciarse en el mundo Rampo. Si obvian ustedes los manuales de introducción, sumergirse en La mirada perversa es una experiencia fascinante. Algo que Laura Mazas refleja estupendamente aquí. No sería difícil que les provocase alguna pesadilla, pero en estas suele haber más respuestas a lo que somos que en los tranquilos sueños de un bebé. Francesc Miró

Fantasma (Laura Lee Bahr)

El horror post-It-Follows llega a la literatura: una joven fallecida en extrañas circunstancias da el pistoletazo de salida a una extrañísima aventura noirparanormal donde nada es lo que parece y en la que la autora ofrece diferentes salidas y opciones en los finales de sus episodios… para, acto seguido, mearse en tu cara. Imagina un Elige tu propia aventura pero sin la posibilidad de elegir, porque Sarah, su presencia protagonista, ya hace los deberes por ti.

Personajes decadentes con dos caras, una atmósfera prima-hermana de las construcciones del Lynch más L.A. y alguna salida de tono agradecida en forma de escarceo sexual más o menos esperado y/o salvaje no exenta de sentido del humor hacen de esta referencia bizarra de Orciny Press un mal sueño difícil de olvidar. Y hasta aquí puedo leer. Kiko Vega

El impresor de Venecia (Javier Azpeitia)

Portada de 'El impresor de Venecia' de Javier Azpeitia

Es normal que muchas novelas acaben hablando sobre los libros en sí mismos. Los escritores, editores, lectores y críticos dedican mucho tiempo a esta parcela de ocio, tanto como para intentar justificar (o no) si el tiempo que han invertido está bien utilizado. La figura del italiano Aldo Manuzio (1449-1515), el primer gran editor de la historia, le sirve a Javier Azpeitia para aportar sus propias reflexiones. Por ejemplo, que las editoriales crearon el primer capitalismo y la producción en cadena, mucho antes que el modelo “T” de Henry Ford, o que la literatura es una industria en la que la parte del negocio pesa siempre más que la artística, incluso en los ambientes catalogados de intelectuales. Manuzio es recordado por haber recuperado los clásicos griegos y latinos para los lectores de su época, pero en realidad su negocio se aprovechaba del postureo cultural de los acaudalados y analfabetos compradores. Y es que siempre la compra de libros (y cómics) se apoya más en la respetabilidad con la que se viste el lector (con productos etiquetados como “adultos”, “inteligentes” o “sofisticados”) que en el uso y disfrute del propio libro.

Azpeitia se la juega con esta novela. El argumento entretiene con sus misterios, historias de amor, datos históricos y chascarrillos, pero al mismo tiempo transmite una imagen desmitificadora del mundo editorial. Tal como lo plantea, una de dos: o la verdadera felicidad no está en los libros, o las instituciones y las leyes del mercado no permiten que la encontremos ahí. Pablo Vicente

Tea Rooms (Luisa Carnés)

Portada de 'Tea Rooms' de Luisa Carnés

El título puede sonar extraño, al fin y al cabo a estas alturas no sólo quedan pocos salones de té, sino que tampoco hay casi ninguno que use el título inglés, pero el subtítulo es perfectamente claro: Mujeres obreras. Porque precisamente de eso habla Carnés, una autora olvidada por los sesgos y peripecias del Siglo XX, una creadora que venía de desempeñar distintos trabajos aún sabiendo que lo suyo era la escritura y que se sirvió de ello para escribir esta obra, que es una novela porque de alguna manera tenía que esconder entre la ficción lo que no dejaba de ser una realidad que ella misma había contemplado. Porque lo que aquí narra, la historia de esas mujeres que trabajaban en uno de esos salones, es un resumen de gente a la que conoció, de historias vividas por ella o sus compañeras y organizadas aquí para evitar los problemas de decir lo que sucedió pero permitiendo que se sepa que esas cosas sucedían. Sucedían en 1934, durante la Segunda República, cuando fue publicada originalmente esta obra, suceden ahora cuando se ha recuperado. Y es que el realismo del que hace gala es propio de un reportaje: el sueldo mínimo, el trabajo mayúsculo, las atenciones no deseadas o las confrontaciones con clientes y empleadores, los mil problemas sociales reflejados en las mentiras y complicaciones que debían vivir estas mujeres. Todo nos lleva a pensar que quizá no se ha cambiado tanto. Que hay mucho aún que mejorar, empezando por nuestro conocimiento de las autoras que ya han escrito obras como estas y que pese a formar parte de un momento literario que parecía tan bien conocido, tras haber gozado de reconocimiento en su momento, permanecían olvidadas por el tiempo. Motivo de más para que una reedición sea uno de los libros del año. Jónatan Sark

El intérprete del dolor (Jhumpa Lahiri)

Portada de 'El intérprete del dolor' de Jhumpa Lahiri

Ha sido, sorprendentemente, un año de cuentos; es por ello que en mi lista de final de año va a haber unos cuantos donde no faltarán estilistas como Lucia Berlin Angela Carter. Teniendo en cuenta que estos dos libros es más probable que aparezcan en otras listas, he querido centrarme en la reedición de El intérprete del dolor de Jhumpa Lahiri; la opera prima de la escritora norteamericana, más allá de los premios que recibiera en su momento, es un compendio sutil de la naturaleza de las relaciones entre hombres y mujeres; nueve cuentos que aúnan a la perfección la complejidad de dichas relaciones con su aparente sencillez. Buena muestra de ello es el primer cuento, el magnífico Una anomalía temporal, un cuento en el que profundiza en el pathos de una pareja india mediante el conveniente descubrimiento, paulatino, de las circunstancias que han llevado a que la pareja se encuentre de esta manera estableciendo un vínculo emocional con el lector que no ve venir lo que va a suceder hasta el final; el fatalismo que impregna toda la narración oculta a la perfección la línea secundaria que no nos puede satisfacer plenamente pero que, en el orden de circunstancias en que nos estamos moviendo, supone un estallido de sensaciones de gran magnitud. Si este primer cuento os gusta, lanzaos al resto porque, sinceramente, Lahiri es una artesana de las distancias cortas. Mariano Hortal

Cada día es del ladrón (Teju Cole)

Portada de 'Cada día es del ladrón' de Teju Cole

África es el gran desconocido de occidente. Si es que no todo lo que no sea occidente. En ese sentido, Cada día es del ladrón es un libro estimulante por lo que tiene de relato de otra cultura, de otra forma de pensar. Pero lo es, especialmente, porque en realidad habla tanto de Nigeria como lo hace de nosotros mismos.

Teju Cole, el excelente escritor detrás de Ciudad abierta, escribe en Cada día es del ladrón un libro de no-ficción brillante, de una prosa exquisita, donde narra, de forma pormenorizada, un viaje de regreso a su país natal, Nigeria. Allí este neoyorquino nos hablará de violencia, corrupción y colonialismo, todo ello dándonos una imagen de África no como un lugar exótico e inimaginable para la mente occidental, sino como un lugar corrompido por el desinterés, el capital y la pobreza. Un lugar no demasiado diferente de las zonas más pobres de cualquier lugar de nuestro propio país. Que no acuda aquí quien espere otro cuento de orientalismo post-colonial: a los libros de Cole se acude para escuchar las verdades incómodas que nadie más se atreve a retratar.

Y también para disfrutar de una prosa absolutamente deliciosa. Porque, de la mano de Cole, el estilo siempre va tan cargado como la sustancia. Álvaro Arbonés

El hielo en el fin del mundo (Mark Richard)

Portada de 'El hielo en el fin del mundo' de Mark Richard

Por la noche se meten perros abandonados por debajo de nuestra casa a lamer los caños que gotean”. Mucho se ha escrito sobre los inicios potentes, sobre lo importante que es la primera frase para el enganche del lector y la conveniencia de que funcione como concentrado de todo el universo que se va a desplegar ante nosotros en las páginas posteriores. Mark Richard lo cumple a rajatabla con el inicio del cuento que abre el volumen El hielo en el fin del mundo. Pero lo asombroso es que prácticamente podríamos elegir cualquier frase al azar del resto de páginas y el resultado sería el mismo. Es éste un libro audiovisual y hasta con Odorama: la potencia de su prosa nos hace convocar imágenes mentales en 3-D Dolby Atmos y las páginas huelen a incendios. Nos encontramos ante una bestia parda de la escritura sureña, del Americana como género y del sueño americano como metáfora rota de unos personajes al límite que habitan unos Estados Unidos en los que la Gran Depresión nunca ha abandonado Louisiana y el huracán Katrina no es más que otro eslabón en la cadena diaria de penalidades. Vidas a la intemperie que merecieron el PEN/Hemingway Foundation Award, entregado por otro cronista legendario de los Estados Unidos, Norman Mailer.

Son muchos los nombres propios que aparecen cuando uno se sumerge en la atmósfera de cómica desesperación de los relatos: a la mente vienen las  imágenes de los fotógrafos que documentaron los años posteriores al crack del 29 —Walker EvansDorothea LangeRussell Lee…— y las palabras del William Faulkner de Santuario, el John Fante de Espera a la primavera, Bandini o el Charles Bukowski de La senda del perdedor. Pero si el factor tiempo no existiera y Richard fuera coetáneo de los demás, serían el resto de libros los que guardarían ecos del fabuloso El hielo en el fin del mundo, así que dejemos la competición y anunciemos sin temor que la publicación de este libro es una de las mejores noticias de este año de mierda.

El grupo salvaje que conforma la editorial Dirty Works afirma que son fans del bourbon, el blues, el café cargado y el tabaco de liar, por lo que el libro de Richard no puede estar en mejores manos, y no es de extrañar que en su catálogo nos encontremos a otro escritor tan contundente como Harry Crews. La línea editorial es violenta, dura y apasionante. Que no decaiga y que sigan lanzando al mundo más muestras crudas de literatura sin domeñar.

Para finalizar, dejar constancia de que esta reseña nace de una frase con la que tuve que parar, tomar aire, volver atrás y cerciorarme de que lo que había leído era precisamente esto: “(…) una mañana nuestra madre se pone a tirar al suelo todas las conservas que estaban en las estanterías, se mete los dibujos que habíamos hecho para el día de Pascua mi hermano y yo en la boca y se echa a correr por el campo que habían despejado la semana pasada para el maíz al lado de nuestra casa”. Pocas veces el tránsito de la cordura a la locura se ha descrito de una forma más poderosa. Letras en llamas. Javier Trigales

El Barbero y el Superhombre (Colectivo Juan de Madre)

Portada de 'El barbero y el superhombre'

¿Qué pasaría si el placer culpable de Cervantes hubiesen sido los cómics de superhéroes en lugar de los libros de caballerías? Pues que perfectamente habría podido escribir una novela de aventuras protagonizada por un Superhumano –escindido él mismo entre Clark Kent y Superhombre– y un activista francés de nombre Michel Foucault, premio Nobel de Medicina e ideólogo de las escuelas Potlacht -nueva corriente pedagógica loca de éxito en Europa y Norteamérica- y los laboratorios Wompler –dedicados a la biotecnología bizarra y liberadora de los cuerpos-.

El subtítulo de novela de aventuras filosóficas, que puede echar para atrás a más de uno, no debería hacerlo. Los miembros del Colectivo Juan de Madre ficcionalizan la historia norteamericana del s. XX desde dos puntos de vista éticos presentados como opuestos -el utilitarismo y pragmatismo americano de Superhombre y la filosofía crítica continental de Foucault- mediante el sistemático desplazamiento de personajes y hechos. A partir de la premisa de la existencia real de un superhéroe y del premio Nobel del filósofo francés, se trama la aparición de personajes de la contracultura americana y europea, también desplazados, pero al tiempo, cumpliendo su destino dentro de la estructura. Estos détournements de los que hablamos son espectaculares en cuanto a forma y apertura de nuevos sentidos.

Nadie debería perderse la descripción de los atentados terroristas planeados por los alumnos de las escuelas Potlach –entre los que están Susan SontagJohn HarrisAna MendietaAndy Warhol y Charlie Manson-, ni la hermosa descripción de los resultados de los locos experimentos biotecnológicos de los laboratorios Wompler, ni siquiera el mortal enfrentamiento entre Foucault y su alumno rebelde Charles Manson.

Además del archivo del barbero de superhombre, esta historia llega a nosotros a través de citas de autores, noticias publicadas en el Medley Planet y en otros medios, y las magníficas ilustraciones de Javier Jubera, lo cual multiplica el sentido de la historia principal. Yolanda Espiñeira

Varney, el vampiro o El Festín de Sangre, vol. I – Cap. I-XVII (James Malcom Rymer) 

Portada de 'Varney, el vampiro'

Les voy a hacer una confesión: aún no me he leído Varney, el vampiro. Reposa en mi eterna lista de lanzamientos pendientes, pero eso no me impide calificarlo entre los grandes acontecimientos microeditoriales del año en nuestro país. En primer lugar, porque sé perfectamente el estilo y textura de lo que me espera entre sus páginas: sensacionalismo de mediados del s. XIX, emociones fuertes lanzadas al rostro del lector con escasos reparos y alhajas estilísticas, miles de personajes con historias trágicas que se entrelazan entre sí, cliffhangers cada pocas páginas… sé cómo funcionan los laberínticos modales de la literatura popular y de los penny dreadful, el horror gótico para todos los públicos, y sé muy bien lo que me espera entre las páginas de Varney, el vampiro y lo bien que le viene a nuestros distinguidos lanzamientos patrios algo de populachero horror sin remilgos literarios.

Pero también es un acontecimiento por la decisión de Pulpture de editar la obra en formato facsímil: ha imitado el formato original y ha cuidado el diseño y la maquetación para que la experiencia de la lectura sea paralela, dentro de lo posible, a la original. Y así va a hacerlo mientras duren las fuerzas (y la respuesta económica), en su pretensión de editar todo el folletín: son 220 capítulos y esta primera entrega incluye los 17 primeros. La desnortada ambición de semejante empresa hace que Varney, el vampiro no solo sea mi lanzamiento del año, sino que convierte a Pulpture en mis héroes editoriales del quinquenio. John Tones

by HojadeLata