23/4/21, Guillermo Martínez, Ctxt

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La España que nunca fue 500 años después de los Comuneros

La celebración del V Centenario de la revolución de las Comunidades de Castilla deja una pregunta abierta: ¿Qué hubiera sido de España si los realistas hubieran perdido la batalla de Villalar?

<p>María Pacheco después de Villalar. Vicente Borrás y Mompó, 1881. </p>

 

Aquel 23 de abril de 1521 se podía haber decidido un nuevo rumbo en la historia, como en tantas otras ocasiones. La derrota de las Comunidades en Villalar supuso el ahogamiento en sangre de unas ideas que, tiempo después, son consideradas como protoconstitucionales. Los realistas, defensores de Carlos I de España y V de Alemania, ejemplificaron su hazaña al día siguiente con la decapitación de tres líderes y caballeros comuneros: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado. La comunera María Pacheco, esposa del primero de ellos, resistiría nueve meses más en la región de Toledo liderando la sublevación. Ella fue el último grito de una rebelión que este año conmemora su V centenario.

Los Reyes Católicos habían muerto y Carlos I reinaba en Castilla desde sus dominios alemanes. Los castellanos, cansados de estar en manos de un rey lejano que no cuidaba de sus súbditos, expulsaron la representación real de sus ciudades, lo que supuso la expulsión de los corregidores. “Los enemigos de los Comuneros muchas veces les llamaban las ciudades confederadas”, adelanta Miguel Martínez, doctor en Estudios Hispánicos por la City University of New York y profesor titular en la Universidad de Chicago, además de autor de la completa y detallada publicación Comuneros. El rayo y la semilla (1520-1521) (Hoja de lata, 2021).

Los castellanos, cansados de estar en manos de un rey lejano que no cuidaba de sus súbditos, expulsaron la representación real de sus ciudades

“En 1520 se crean instituciones que superan a las anteriores, muy oligarquizadas y cuyos cargos se heredaban, ya depuestas por el común. En cambio, se constituyen asambleas populares con gran participación. Estas asambleas estaban pendientes de lo decidido por la Junta, en donde tomaban las decisiones los diputados enviados libremente por cada ciudad, pero supeditadas a las asambleas. Casi se podría decir que son las cortes de la revolución al reclamar cierta soberanía, ya que se autoconvocan, deliberan, gobiernan y legislan”, continúa Martínez. Este proceso de politización masiva del común, las clases populares, aquellos que pagaban impuestos pero no tenían privilegios, supuso la construcción de una “soberanía desde abajo”. Así lo ejemplifica el escritor: “Los enemigos de las Comunidades decían que las cuadrillas querían saber cuanto ocurría, y que los zapateros se querían enterar y debatir todo”.

Preguntado por la cuestión más histórica, qué habría sido de España si los Comuneros hubieran ganado la batalla de Villalar, Martínez referencia que algunos historiadores han visto que “un posible resultado derivado del triunfo de las Comunidades habría sido una especie de confederación de repúblicas municipales, con un poder más localizado y unas cortes mucho más soberanas. La clave está en que en 1520 ya había personas que pensaban que las ciudades y las cortes estaban por encima del rey”. Sea como fuere, el profesor de la Universidad de Chicago remarca que los federalistas españoles del siglo XIX, demócratas y jacobinos, fueron conscientes de la importancia de Castilla a la hora de confeccionar la república teniendo en cuenta que, “obviamente, el principal imaginario del castellanismo son los Comuneros”.

Los Comuneros a lo largo de la historia

Aún se pueden percibir ecos de aquella gesta en las centenares de personas que cada año visitan la fiesta de Villalar y las otras tantas que piden la reunificación de Castilla en una sola región y no en las 17 provincias que ocuparían en la actualidad (Castilla y León, Castilla-La Mancha, Madrid, Logroño y Santander) mediante la participación en partidos políticos que defienden este ideario en cuanto a territorialidad. “Los castellanistas de hoy se remiten al pacto federal firmado durante el Sexenio Democrático para justificar la reunificación”, relata Martínez.

Las ideas políticas de los Comuneros se encuentran relatadas en otra monografía de reciente publicación: La rebelión de las Comunidades. Monarquía, Comunidad y participación política (Tecnos, 2021). Escrita por Salvador Rus Rufino y Eduardo Fernández García, detalla cómo los Comuneros “no atacaron la forma del Estado monárquico, sino que intentaron revertir la posición que el rey debe ocupar en la sociedad, algo que queda fielmente reflejado en una de las cartas enviadas en la que dicen que el reino debe mandar al rey no el rey al reino”, en palabras del primero de los dos.

Las influencias de las Comunidades estuvieron presentes de forma explícita hace casi un siglo, cuando se proclamó la Segunda República

Rus, que también es el comisario de la exposición que conmemorará el V Centenario en Valladolid, incide en el alto grado de actualidad que posee la revolución de las Comunidades al plantear que los súbditos controlaran el poder a través de las instituciones, que son las Cortes y las ciudades, parafraseando a este catedrático de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos de la Universidad de León. Él mismo aborda cómo la revolución comunera siguió presente tras su muerte: “Su triunfo se da en 1555, cuando el rey hace una separación de sus poderes territoriales y deja en manos de su hijo Felipe la corona española. Así reconoce la reivindicación de los Comuneros y de que España no sea una prótesis de toda una política imperial. Las ideas políticas son mucho más perdurables que los hechos históricos y pueden hacer que incluso aquel que ha luchado contra ellas después las asuma como propias”.

Las influencias de las Comunidades también se dieron hace casi un siglo, cuando se proclamó la Segunda República. El libro publicado por Hoja de Lata desglosa y explica magníficamente, mediante testimonios de Unamuno y Luis Araquistáin, la conexión que se estableció entre 1931 y 1521 de manera muy explícita en diversos artículos periodísticos basados en las investigaciones previas de Enrique Berzal, otro estudioso en la temática. Durante este periodo republicano también cambiaría la bandera del país, en la que, según describe el decreto regulador, el morado alude a la “castilla nervio de la nacionalidad”, incorporando así el morado al amarillo y rojo del antiguo reino de Aragón. Y Martínez apuntilla: “Todo parece indicar que los Comuneros no utilizaron el morado en sus pendones, sino el rojo o el carmesí, el color tradicional de Castilla. La confusión de los republicanos del siglo XX quizá se dio porque los comuneros del trienio liberal sí utilizaron el morado”.

De la Transición al presente

El profesor universitario de León aprecia ciertas similitudes entre las demandas comuneras y los valores que recoge la Constitución de 1978: “Querían una participación libre del ciudadano en cuanto a la toma de decisiones, un reconocimiento de igualdad pero a la vez respeto del pluralismo y cierto poder de intervención para preservar lo que es suyo, es decir, la justicia”. A la pregunta de cómo hubiera sido el futuro español si hubieran perdido los realistas hace 500 años, Rus afirma que “podemos soñar y decir que fueron los primeros innovadores en la política, pero España estaba pensada para la lealtad al rey como propietario del reino, y eso no se había perdido”.

El tiempo se sucedía y los vaivenes políticos en España no dejaban atrás a la épica comunera. La fiesta de Villalar, donde cada 23 de abril se celebra y conmemora la hazaña, y que fue constituida como Día de Castilla y León en 1983, no se pudo celebrar ordenadamente hasta 1976, pese a que ya en los años 70 hubo algunos intentos fallidos que terminaron con violencia por parte de la Guardia Civil. “Ahora hay una disputa entre la identificación popular, para quienes Villalar es un anhelo de justicia social y democracia, y la versión más institucionalizada encabezada por el Partido Popular (PP) y la Junta de Castilla y León, que siempre han tenido muchos problemas para encajar la celebración, tal y como lo demuestra que los conservadores no acudieran a la localidad vallisoletana hasta principios de los 2000”, comenta el autor de Comuneros. El rayo y la semilla (1520-1521).

Las diferentes sensibilidades políticas

Pablo García, director del documental Comuneros, que se estrenará próximamente, se encuentra grabando su cinta desde lugares actuales que cuentan la historia de las Comunidades. Desde una acertada mirada presentista, el cineasta reflexiona por qué esta hazaña tan solo es reivindicada como propia por parte de Castilla y León: “Es la última idealización del mito porque los Comuneros estuvieron presentes en muchas zonas de la geografía española. Deberíamos investigar por qué ahora solo se reclama desde Castilla y León, aunque imagino que cada comunidad histórica ha elegido su historia propia con la que identificarse. Yo como castellano la prefiero porque quiero pensar que soy heredero de una gente que luchó contra un modo de poder absoluto y despótico”.

Al mismo tiempo, le apena ver el escaso conocimiento de la gesta comunera por parte de los castellanoleoneses. “En general sí que conocen a Padilla, Bravo y Maldonado pero saben muy poco más, incluso en Valladolid, lugar capital y de mayor realización del conflicto”, explica García. Él tampoco se atreve a descifrar qué hubiera pasado si las Comunidades hubieran derrotado a los realistas el 23 de abril de 1521, pero sí admite que “las ideas que defendían estaban adelantadas a su tiempo. Muchos historiadores dicen que el movimiento, quizá, era más intelectual, de letras, que de batalla. De hecho, la Universidad de Salamanca, una de las tres más importantes del mundo en ese momento, era comunera y las proclamas de la Ley perpetua pueden llegar a ser consideradas como protoconstitucionales y protoparlamentaristas”.

Martínez continúa con la mirada presentista, una constante también en su libro, y agrega que “los Comuneros apelan a diferentes sensibilidades políticas, desde federalistas y republicanos hasta socialistas y liberales, y ahora por lo visto también a los monárquicos constitucionalistas”, dice en referencia a que la organización oficial haya otorgado a Felipe VI la Presidencia de Honor de la celebración. Y concluye: “Es importante resaltar que la revolución de las Comunidades no figura en las políticas públicas que se realizan desde el Estado, porque son un referente muy potente para contar la historia de España de otra manera y huir del relato que tanto depende de las gestas del imperio. Nuestra historia podría empezar a ser relatada a partir de 1520 y no 1492, lo que fructificaría en una memoria más democrática, aglutinante y persuasiva no solo para los castellanos, sino para todos los pueblos de España”. Tal y como determina este escritor en su libro, “el tiempo no pasa, se acumula”.

by HojadeLata